No me preguntes por qué, pero el caso es que de repente me
he encontrado mirando una fotografía tuya que te había hecho un día en el
centro comercial.
Qué guapo estabas… Te acababas de comprar un abrigo, de esos
que a los chicos os hacen parecer más hombres, y estabas tan contento con tu
chaqueta nueva que me pediste que te sacara una foto. Insististe tanto que no
tuve más remedio que sacar el móvil del bolso y concederte el capricho.
Y lo
que más gracia me hace es que nunca te acordaste más de aquella insignificante
foto. Creo que ni tan siquiera la llegaste a ver. Y es curioso porque, a día de
hoy, te puedo asegurar que es una de mis favoritas.
Será porque cada vez que la
miro veo al hombre que pensé que eras en lugar de al niño que demostraste ser.
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