-Hola, ¿bailas?
Yo te dije que sí.
Y así empezó todo. Bailamos juntos una temporada. Sin importar que fuera tango, vals, pasodoble, merengue o cha-cha-chá. No importaba nada, ni tan siquiera el lugar; sólo tú, nosotros… Al fin y al cabo, hubiese bailado contigo aquí o en China. Y lo habría hecho durante toda mi vida.
¿Por qué tuviste que pisarme tantas veces?
Me destrozaste los pies, cariño. Los pies y la vida.
Que ya sé que todos nos equivocamos, pero no pretendas sacarme a la pista sin antes aprender a bailar.
Que ya sé que todos nos equivocamos, pero no pretendas sacarme a la pista sin antes aprender a bailar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario